Mirá lo que hicimo, hermano. Les dimo una alegría.
Yo nunca lo había visto a Pablito así, cuando me llamó y me dijo: “Tío, está nevando”, se me puso la piel de gallina. Darle una alegría al pibe después de tantas cosas… Yo sabia que no era verdad, pero para que cortarle la ilusión al pibe, ¿no? Además, la alegría era para todos: en Morón hacían snowboard, en Lugano esquiaban, en Villa Adelina culopateaban, en Monserrat hacían tipos con nieve y en Almagro choripaneaban. ¡Fijate vos lo que hicimo!
Pero ahora te voy a contar la verdad, hermano, la verdad verdadera. Es que con los pibes estábamo asustados, vos eso lo sabés bien. Sabés que otra cosa no podíamo hacer.
Y sí, ya sé que no estuvo bien. Pero sino esos garcas de Caballito nos iban a mandar al frente. Sí, hermano, esos guachos iban a decir que habíamo sido nosotro.
Pero no, fue el garca del Colo. Ese que les roba los tomates a las viejas cuando salen de la verdulería. Y fue él. Fue él el que se metió en la fábrica. Fue él el que usurpó la fábrica y se llevó casi un millon de litros de shampoo y poco menos de 500 mil de acondicionador. ¿Y para qué hizo todo eso me preguntás? Solo para encanutárnoslo a nosotro y mandarno en cana. Pero nosotros no nos íbamo a dejar, hermano. Ni a palos nos dejábamo.
Y bueno, ahí fue que se nos ocurrió lo de llamar al Pato, porque él tiene un tío de un primo de no sé qué carajo, que es un loco de los aviones. Pero loco loco, y tiene como 100 helicópteros y 50 avionetas. Así que le pedimo una mano, que nos lo preste y que además nos dé unas clase de cómo pilotearlos. El Pato vos sabé cómo es, es un fenómeno y se prende en todas. Apenas le dijimo, se copó y se sumó.
Y ahí arrancamo, nos enfundamos los guante, repartimo el producto y la piloteamo, hermano. No sabé lo que fue eso. Era una fiesta, estuvimo tres hora tirando de los aires el shampoo y el acondicionador por toda la ciudad.
Pero… Pará, nosotro estuvimo un rato. Después cayo a la noche también y ahí nosotros no tuvimos nada que ver.
¿Y que queré que te diga? Capaz que el Pablito tenía razón. A lo mejor tenía razón, hermano. ¿Y sabé que yo entro a creer que el pibe tenia razón? Pablito tenia razón, hermano.
Tomás Schuliaquer y Fernando Pojomovsky
(Dedicado al Negro Fontanarrosa)
1 comentario:
Me encantó el cuento. Gracias muchcachos!!!!
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